viernes, 22 de enero de 2010

Sesión Antonio Lastra

Esta semana nos ha visitado el ilustre filósofo Antonio Lastra. En su impecable exposición mostró un gran dominio en la docencia. Reconozco que al terminar la lección, sentí una gran necesidad de aprender. Sólo una pregunta bastó para que mi ignorancia fuera puesta en evidencia y mi ego duramente pisoteado. Me sentí como un maniquí desnudo, expuesto ante la mirada fustigadora de la gente. Más tarde comprendí que eso era justo lo que pretendía: darme a conocer mis miserias. Si uno “cree” que sabe difícilmente se moverá para aprender, lo que de antemano ya sabe. En cambio, si uno es consciente de su ignorancia buscará remedio. Además él nos insistió que nuestra principal tarea como profesores era despertar en los alumnos la necesidad de aprender, justo lo que hizo conmigo. Ahora es mi turno, y espero poder provocar esa misma sensación. Tal vez me lleve un par de días o bien años de práctica, lágrimas, frustración, desesperación…sin embargo sé que cuando lo consiga habré cumplido con mi labor profesional. No hay que tener prisa, todavía me queda mucho por aprender.

viernes, 8 de enero de 2010

Falsas apariencias: La trufa blanca

Quien juzgue el sabor de la trufa blanca según su aspecto, ni sospecha que se trate de un manjar al alcance de pocos bolsillos. Sin embargo quien se pare a olerla descubrirá el aroma que desprende y quien la pruebe, hallará en ella un sabor indescriptible. Sin duda las apariencias engañan. Aquí entra en juego la figura del docente. Su labor como profesor es la de enseñar, sin olvidar que tienen que alentar a todos aquellos que lo necesiten. Olvidar prejuicios, primeras impresiones, falsas apariencias…y tratar de ayudar a aquél alumno más problemático.
Cada situación requiere de una medida, es decir, un alumno necesita que se le exija y otro que se le anime. Lo importante es que nunca se pierda la confianza. Ellos lo intuyen y repercute inevitablemente en su comportamiento. Muchas personas ignoran que sus capacidades duermen, ya que nunca nadie les advirtió de la existencia de éstas, con un simple “muy bien, me ha sorprendido”, “qué bien lo has hecho”, “sigue así”, “tienes talento”…habría servido. Albert Einstein suspendió en física a los 16 años de edad, además su profesor aseguró que nunca llegaría a nada. Lo cierto es que su maestro se equivocó, ya que años después recibiría el Premio Nobel en física. Con la confianza se abren puertas para el alumno, entran la posibilidad de cambio y de mejora, dando lugar a nuevas oportunidades. Cuanta más confianza se deposite en los alumnos, mayor capacidad de respuesta se tendrá por parte de estos. De la otra forma se limita el campo de actuación, oprime, restringe, coarta…Es importante insistir en ello. Todos y cada uno de los grandes personajes de la historia de la humanidad tuvieron un mentor, guía, madre, padre, tío, cuñado e incluso enemigo que confió en sus posibilidades.
Se cuenta que Einstein no sabía nadar y tenía un pésimo sentido de la orientación, a pesar de ello le gustaba pasar los ratos libres sobre un velero de pequeñas dimensiones. Esto fue posible "a costa de su prodigiosa confianza en sus capacidades y su férrea voluntad", aseguraban sus amigos. Es fundamental, en la medida que sea posible y sin pecar de necios, confiar en los demás. Algo que he aprendido de mi corta experiencia es “piensa bien y acertarás” además de esto añadiría: “y ganarás”. Ganarás amigos, cariño, respeto, aprecio, sorpresas, ilusiones…

La confianza

Quien haya contemplado el David de Miguel Ángel costará creer que el rey israelita era de constitución menuda. Miguel Ángel fue el único, entre sus contemporáneos, que se atrevió con semejante bloque de mármol. Lo cierto es que ya lo habían intentado varios, en concreto tres, sin ningún resultado salvo causar graves daños a la gran masa marmórea. El David es un modelo de precisión anatómica, a pesar de la complejidad que acarreaban las dimensiones del bloque, el artista respetó en todo momento las proporciones humanas. Salvo una imperfección muscular, reconocida por él mismo, a causa de la falta de mármol.
Cuentan que el Papa Alejandro VI visitó el taller de Miguel Ángel, cuando éste estaba dando los últimos remates a la obra, el Papa ni corto ni perezoso le comentó al artista que la nariz estaba ligeramente desproporcionada. Entonces Miguel Ángel, haciendo un gran esfuerzo por contener su temperamento, cogió un poco de polvo de mármol y simuló que tallaba la nariz. Ambos se quedaron satisfechos con la aparente modificación. El secreto de Miguel Ángel es la confianza. Si éste no confiara en sus propias capacidades, jamás se hubiera atrevido a abordar aquellas dimensiones imposibles y sin dudarlo habría seguido las directrices del Papa. También gracias a la confianza depositada en él por sus coetáneos, en la actualidad uno se puede deleitar con esta obra.
Una persona que no confíe lo suficiente en sí misma, por mucho talento que disponga, se retraerá y oprimirá. No vivirá sino que sobrevivirá, andará a tientas sin hacer ruido. Lo único que tratará de hacer en esta vida es “salir del paso” con la máxima discreción posible y reduciendo considerablemente su margen de maniobra. Es probable que realice una carrera y que consiga un buen trabajo, sin embargo no ha intentado superarse. Escogió esta carrera y no la otra, o este trabajo y no el otro…porque pensó que no era capaz.

Presentación

En estas fechas tan entrañables, tengo la fortuna de iniciarme en mi primer blog. Tanto cristianos como los que no lo son, celebran la Noche Buena y la mayoría esperan la llegada de estas fechas, donde la gente regresa a su lugar de origen: la familia. Lo cierto es que de paz poco, quien se acerque a un centro comercial durante estas semanas, podrá participar de un ritmo frenético y acelerado, que por lo general causa sensación de ahogo. Se trata de una característica irremediable de la sociedad de consumo, que adorna y esconde el origen de la celebración. Año tras año se puede caer en la tentación de olvidar, ignorar o apartar de sí el verdadero significado de estas fiestas.