martes, 2 de marzo de 2010

Tempus fugit

No poder hacia la cuna dar un paso, todos son hacia el sepulcro ;… así de bien lo define Calderón de la Barca en El Gran Teatro del Mundo. No cabe ninguna duda de que el tiempo corre, pasa inalterable. Pierde una sola hora a la mañana y todo el día andarás a la caza de ella (Richard Whately). Hacer un buen uso de él, depende del valor que le demos. La cuestión no es mantener ocupado el tiempo, ya que uno puede hacerlo tirado en el sofá de su casa. Esto no significa que se deba mantener una actitud activista e intransigente con los imprevistos. Con esto, lo único que se consigue es hacer mal las cosas y como resultado invertir el doble de tiempo. Que no importe hacer las cosas despacio, pausados, con miramientos… e incluso que nos califiquen de “lentos”. Se dice de Leonardo Da Vinci que mantenía cierta parsimonia a la hora de trabajar. E incluso algunos de sus contemporáneos describían su modus operandi con cierto sarcasmo. Aseguraban que en el tiempo que Leonardo empleaba en cada una de sus obras, podían hacer una producción más que cuantiosa. Lo cierto es que ahora mismo no recuerdo el nombre de estos artistas tan eficientes, pero sí el de Leonardo Da Vinci. No se puede negar que el resultado de su trabajo fue extraordinario.
El gran genio renacentista nos ha dejado un claro ejemplo de lo importante que es saber en qué ocupamos el tiempo y la intensidad con la que se haga cada cosa. El ingrediente que nunca ha faltado en sus obras ha sido la reflexión. Todas y cada una de ellas son fruto de un esmerado y previo estudio teórico; claro ejemplo de ello es la cantidad de manuscritos que nos ha dejado como legado.
Miguel Ángel empleó tres años de su vida en crear el Moisés. El resultado: una obra excepcional. No falta un sólo detalle. Cada tirabuzón de su barba, vena, músculo, pliegue de su ropa e incluso el soplo de vida, fue previamente pensado. Cuentan que cuando el artista terminó su obra, golpeó al profeta y le preguntó “¿Por qué no hablas?”. Lo cierto, es que cualquiera que lo observe tendrá la sensación de que en cualquier momento Moisés despertará de su letargo. Sin duda muchos de nosotros, por mucho tiempo que empleemos en la escultura, nunca conseguiremos un resultado como este. Pero no es necesario meternos de lleno en la Historia del Arte, para saber que lo que hemos hecho ha merecido la pena.
Tras ver la imponente figura nos cuesta creer, que Miguel Ángel tuviese tiempo para otra cosa. Lo cierto es que lo tuvo. Lo importante es tener tiempo para todo. No depende de que se haga las cosas más o menos rápido, sino con intensidad. La cuestión es pensar en qué se gasta, saber priorizar, planificar, atendiendo a lo fijo y variable. Por mucho que nos encontremos sumergidos en un trabajo, master, proyecto, labor…debemos encontrar tiempo para nuestra familia, amigos, novio/novia; en definitiva para los demás. Y no sólo es importante cómo disponer del tiempo, sino saber cómo darlo a los demás. Si se encuentra con un alumno más “lento”, no perder la paciencia. Al revés, no desesperar, darle tiempo y sentirnos orgullosos; ya que tal vez, dentro de muchos años figuremos en la biografía de un gran genio, como “quién dirigió sus primeros pasos y supo esperar”.

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